Revista adherida a la Declaración de San Francisco
v. 10 n. 18 (2019): abril-septiembre 2019
La actividad investigativa precisa no solamente del desarrollo de un proceso sistemático de interrogación y búsqueda de datos para comprobar supuestos, sino que obliga al investigador a que, una vez concluido su trabajo, encuentre los mecanismos para la difusión de resultados, de manera que sean útiles para la solución de problemáticas específicas; o bien, para que inciten a la generación de nuevas interrogantes que sean el principio de un nuevo proceso de indagación. Desde hace unas cuantas décadas, cuando la investigación educativa en México se encontraba en proceso de gestación, el posgrado comenzó a visualizase como un espacio para la generación de conocimiento, aunque permeado con la idea de que el proceso investigativo concluía cuando los estudiantes presentaban la tesis y cuando los ejemplares impresos llegaban hasta el estante de una biblioteca. Poco a poco los investigadores educativos avanzaron en su carrera de profesionalización y en la adquisición de una identidad propia como comunidad científica, una vez que comenzaron a abrirse espacios de diálogo e interacción para la comunicación de resultados (Latapí, 2008).